domingo, 1 de mayo de 2011

Guerra Espiritual : en vivo / Jeannie Zelaya



Ya ven cómo empezó Jesús haciendo milagros: Sanaba enfermos (Marcos 1:32-40), destruía la posesión de demonios que atormentaban personas,.... menudo guerrero. Los judíos debían estar atónitos y los romanos también. Los judios esperaban un libertador que los llevara a la victoria ante Roma. Un líder que los uniera para luchar contra los invasores. Los romanos debían pensar que si salía algún líder antiromano se lo cargarían rápido, como tantos otros habían surgido anteriormente.
A falta de un líder victorioso, hasta uno derrotado sería bueno. Mejor es uno que al menos lo intenta que nada, debían pensar algunos. Un Barrabás mejor organizado debía ser el perfil que muchos esperaban. Jesús sanaba enfermos, expulsaba demonios,.... todo muy bien pero no conspiraba contra Roma y esto defraudaba a muchos. Además envidias y celos de los religiosos no tardarían en aparecer (Juan 11).
Como nación, Israel no reconoció a Jesús como el Mesías esperado. Pero sí tuvo muchos seguidores, incluso había romanos que lo admiraban.
A mediados del siglo VII a.C. nació en el seno de una familia sacerdotal el profeta Jeremías. Si alguien ha nacido en un mal lugar y en un mal momento podrá entender por qué muchos lo llaman "el profeta llorón".
Siendo un muchacho Dios se dirige a él con estas palabras: "Antes que te formara en el vientre, te conocí, y antes que nacieras te santifiqué, te dí por profeta a las naciones (Jeremías 1:5-6)".  El muchacho se asustó y no se vió capaz de aceptar tal responsabilidad. Dios le toca la boca y le dice: "He puesto mis palabras en tu boca. Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y destruir, para arruinar y derribar, para edificar y plantar". ¿Y Jesús? Lo mismo.
Jeremías vivió el final del poderío asirio. Los babilónicos terminarían con dicho imperio. Tanto unos como otros ocuparon Israel y Jeremías solo en sueños podía ver el final de esta agonía.  No debían faltarle oraciones y ayunos. En lugar de responderle Dios librándole de los invasores, que es lo que debía pedir, Dios le expone su punto de vista.
Dios saca a luz todos los pecados de Israel, se los expone a Jeremías y lo manda profetizar con desgracias sobre su propio pueblo. Su vida es un infierno porque el pueblo de Israel no se arrepiente de sus pecados y Dios una y otra vez manda castigo sobre castigo. Antes que sucedan las desgracias Jeremías se las tiene que contar a su pueblo, a sus príncipes, a los sacerdotes, y después,.... llueven las calamidades.
Esto es una guerra espiritual. El bien contra el mal. Obedecer o no obedecer, arrepentirse o perseverar en el pecado. Los mismos sacerdotes decían: "¿Donde está Jehová?" (2:8).
Jesús a esta guerra vino a luchar. Sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6).

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