domingo, 22 de mayo de 2011

EL SERMON DEL MONTE 2/20



Continúa Jesús con las bienaventuranzas. La segunda de ellas de un total de nueve es para los que lloran. Tantas promesas hizo Dios a Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés, Josué, David y tantos otros.... En tiempos de Jesús, Israel estaba que daba pena. Flavio Josefo lo describe como caótico. Necesitaba un milagro con urgencia y la esperanza de los israelitas estaba puesta en que nacería el Mesías prometido.

En estas circunstancias, a los judíos les quedaba el Templo que significaba la presencia de Dios entre ellos. Tan mal les iban las cosas a causa de la desobediencia (mataban a los profetas de Dios, desobedecían la Ley,  se corrompían los líderes, los juicios no eran rectos), que Dios  se volvió en contra de ellos. Al no aceptar como nación Israel a Jesús, éste les predijo la destrucción del Templo. Se cumplió unos pocos años después de la muerte de Cristo.

Jesús dice: "Bienaventurados los que lloran, porque recibirán consolación". ¿Por qué dijo esto? Creo que muchos no querían justicia ni al Mesías. A río revuelto, ganancia de pescadores. Hay personas que cuando peor van las cosas, más dinero ganan. Ya les va bien que hayan  quejas y no se solucionen nunca las cosas.
Estos malvados no seguían a Jesús. Simplemente, no les interesaba. Es más, les era molesto.

Sin embargo, Jesús predica a los que les siguen y  llama bienaventurados a los que lloran y les promete consolación. Los corruptos, de momento, no la necesitan. Se consuelan robando y corrompiéndose de diversas maneras. A más bienaventuranzas, más agudo se hace entender quién es el pobre de espíritu. Simplemente, creo que es el que las cumple todas de manera permanente.

La Ley de Dios no cambia, su voluntad no cambia. Los humanos somos los que seguimnos costumbres, tradiciones, cambiamos las cosas, etc. El llamamiento de Dios a seguir su camino que nos dió a conocer en el principio.

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